Todos los que tengan algún tiempo usando ordenadores y consolas seguramente lo han vivido. Hace un par de décadas atrás había mucho menos afecto por el color negro, y era el blanco el que imperaba a la hora de crear carcasas para ordenadores, consolas, y otro sin fin de equipos de cómputo. El hecho es que con el paso del tiempo ese plástico blanco dejaba de ser tan blanco y comenzaba a tomar un feo tono amarillento especialmente desagradable para aquellos que disfrutan de coleccionar y dejar a la vista sus viejos gadgets.
El mentado efecto ha sido especialmente notorio para algunos gadgets puntuales. Ese es el caso de las viejas consolas de Nintendo, las NES comercializada en occidente y la Famicom, versión original de la misma consola que se vendió en Asia y otros mercados puntuales. De algo parecido sufren los viejos ordenadores de Apple. En mi caso, especialmente recuerdo montones de ratones y teclados que sin importar la marca con el paso de los años se hicieron amarillos.
Llegados a este punto es fácil notar que no se trata de un hecho aislado, sino generalizado en la industria tecnológica entre la década de los 80 y el principio del nuevo milenio. Y claro, como casi todo, hay una muy buena explicación para el desagradable efecto amarillo al que con el paso del tiempo terminamos acostumbrándonos.